Thursday, August 14, 2014

La falacia de desayunar mucho, comer poco y cenar muy poquito

La gente que suelta estos consejos piensa en gente como camioneros, bomberos, trabajadores del metal y todos seres diurnos y con actividad física desde las 9 de la mañana hasta las 5 de la tarde.

Básicamente, lo que habría que decir es dos consejos fundamentales:

1.- Haz la comida más fuerte del día 4 horas antes de hacer la actividad más fuerte de la jornada.

2.- No comas fuerte antes de dormir y sobre todo, lo más ligero posible las cuatro horas antes de irte a la cama.

Lo malo del punto 2 es que a veces llegamos a casa una hora antes de la hora de dormir. ¿Motivo? Horario de trabajo excesivo por el maldito pico de trabajo enorme que llega a las cinco de la tarde. O bien una clase que acaba a las diez de la noche, o un viaje de trabajo, etc.

Se junta aquí un peligro horroroso, a saber:

Por un lado, hace mil horas que comiste.

Por otro lado, te vas a ir a la cama en breve porque estás que te caes.

Si no comes antes de irte a la cama, no podrás dormir porque el estómago no te dejará en paz. Pero si comes con el ansia que llevas, sabes que vas a devorar sin parar.

¿Qué hacer entonces? Porque, en un mundo ideal, todo el mundo llegaría a casa del trabajo a las seis de la tarde, merendaría bien, saldría al gimnasio y luego un vasito de leche con una galletita a las nueve y a las doce a dormir.

Vale, pero no estamos en un mundo ideal, entiéndalo, señores capullos que diseñan dietas imposibles de seguir por culpa de los tiempos modernos que vivimos con horarios larguísimos.

¿Qué hago si llego de trabajar hambriento/a a las once de la noche?

Bien, supongamos que mi jefe no me ha dejado levantar la vista del ordenador desde que comí a las dos de la tarde y me he escapado a las diez de la oficina.

Lo primero que tenía que haber hecho es ir directa a comprar algo de comida, pero sé que eso significará comer cosas no saludables, puesto que a las diez de la noche no voy a encontrar un supermercado abierto. ¿o sí? Quién sabe.

El caso es que ya la he liado, estoy hipoglucémica perdida y en cuanto empiece a cenar la voy a liar parda, más si cabe si estoy en casita, con acceso ilimitado a comida.

Si no tienes que llegar a casa temprano para acostar niños o cualquier otra obligación como en mi caso estudiar para una oposición (que es lo que me pasaba el invierno pasado), haz la siguiente reflexión:

- Dirígete a un restaurante o sitio donde sepas que vas a pedir comida razonablemente sana. Yo opto por el bar al lado de mi casa, y suelo pedir algo que suele ser un sandwich. Vale, lo ponen con ingredientes y salsas que me van a arruinar la dieta. Pero no del todo, porque te comes el sandwich y no pedirás otro más.

-Intenta charlar con alguien mientras te comes lo que has pedido, a poder ser de por qué saliste tarde, etc.

- Puedes aprovechar, ya que es tarde, a quedar con algún amigo disponible, así matas dos pájaros de un tiro.

El caso es que terminas de cenar algo razonable. Intenta no atiborrarte. Te has metido seiscientas generosas calorías y son casi las doce de la noche. ¿Ahora qué? Pues ahora pasea, pasea, pasea  pasea mínimo media hora. Ya sé que te caes de sueño, pero es preciso, no que quemes lo que has cenado, sino que aligeres el estómago y sobre todo, des tiempo a que te suba el azúcar en sangre antes de llegar a casa, donde está el enemigo llamado nevera.

Bien, llegas a casa, ya no tienes ganas de atracar la nevera. Intenta si puedes relajarte, ver la tele o leer, hacer sudokus ( a mí me funciona). Intenta no dormirte, ni tumbarte o por lo menos no del todo. Intenta que el estómago digiera lo máximo posible de lo que has cenado. Por lo menos una hora. Sí, ya sé que son la una y que mañana te caerás de sueño. Luego bebe un vaso de leche desnatada bien fresquita (para saciar más aún) y vete a la cama.

Intenta al día siguiente ir al gim y hacer al menos veinte minutos más de cardio. Pero no hagas caso a la báscula, ese día te va a sacar tarjeta roja, pero no es real. Y si puedes, acuéstate ese día pronto y cena algo menos de lo normal, para compensar.

Y paciencia, lo digo por experiencia.

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